El Secretario de Estado estadounidense, Rex Wayne Tillerson, jefe de la “diplomacia” imperial,  tiene una carrera de más de 40 años en la petrolera Exxon, llegando a ser su Presidente hasta el año pasado. Nadie puede dudar que él sigue siendo parte de los intereses de la transnacional.

 

Necesario es saber, compatriotas, que la petrolera ExxonMobil es la principal empresa a la cual el actual gobierno de la República de Guyana ha permitido la exploración ilegal, por violar el Acuerdo de Ginebra, de gas y petróleo en las aguas oceánicas adyacentes o contiguas al territorio Esequibo, legítima e históricamente reclamado por Venezuela.

Más grave aún, la referida compañía estadounidense ha pretendido realizar dichas exploraciones en nuestra indiscutida fachada atlántica, en la desembocadura de nuestro Río Orinoco. Todas estas pretensiones han sido rechazadas por nuestro gobierno en el campo de la diplomacia y con operaciones militares de resguardo de nuestra soberanía. Tal fue el caso de la captura por parte de nuestra Armada Nacional Bolivariana, en 2014,  de una de estas embarcaciones de exploración de hidrocarburos.

Hago esta introducción, a propósito de la gira iniciada por Rex Tillerson para acordar con algunos gobiernos de las oligarquías latinoamericanas, más acciones de presión contra Venezuela, a la par que incita a los militares venezolanos a actuar contra el gobierno legítimo de la República. Necesario es reconocer la contundente, patriótica y democrática respuesta de nuestro Ministro de la Defensa General en Jefe Vladimir Padrino López, en nombre de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela, a tamaña insolencia.

Ahora bien, lo que más quiero resaltar en este artículo es  que en el momento en que Tillerson inicia su gira injerencista, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, de manera unilateral y sorpresiva anuncia públicamente que enviará el diferendo entre Guyana y Venezuela a la Corte Internacional de Justicia,  en  La Haya. Desestimando de esta manera los mecanismos de negociación previstos en el Acuerdo de Ginebra de 1966, único instrumento legal que reconoce Venezuela para dirimir la controversia.

No son estas casualidades, son causalidades que evidencian porque el interés del gobierno de Donald Trump y los subordinados gobiernos del autodenominado grupo de Lima, en que no haya diálogo político, ni elecciones como instrumentos democráticos  para resolver, entre venezolanos y venezolanas, nuestras diferencias.

Compatriotas en medio de nuestras guerras civiles y turbulencias internas, como lo expresó en 1941 ese gran venezolano,  Andrés Eloy Blanco,  “En 100 años Venezuela ha perdido la quinta parte de su territorio sin disparar un solo tiro”. Me atrevo a complementar al poeta de la democracia venezolana, perdimos nuestro territorio sin disparar un solo tiro contra los despojadores, pero si nos echamos todos los tiros posibles entre nosotros, entre hermanos venezolanos, mientras aquellos nos mutilaban la Patria.

Fue así como los ingleses nos terminaron de  despojar del Esequibo, entre 1897 y 1899,  finalizando la llamada Revolución Legalista y comenzando la Revolución Restauradora.

Ya desde antes, en medio de la separación de la República de Colombia, la de Bolívar, y a lo largo de todas la guerras civiles de ese siglo XIX hasta el año 1900, inicio del siglo XX,  la terrófaga oligarquía bogotana nos había despojado de buena parte de los Llanos del Casanare y del Arauca y más de la mitad de la península de la Goajira. Despojo que se consumó en 1941, en medio de la agitada transición posgomecista,  con la firma del ignominioso tratado de límites terrestres entre los dos países.

¿Estamos claros compatriotas de lo que buscan Trump, Tillerson y Juan Manuel Santos?. Nos damos cuenta que en medio del histórico conflicto de clases que se suscita entre nosotros, tenemos que anteponer el interés nacional. Tenemos que aprender de la historia, debemos  cuidar el derecho a quedarse y a vivir en paz de nuestra población; estamos obligados a preservar nuestra integridad territorial y a resguardar la soberanía nacional sobre nuestros recursos estratégicos. A propósito de esto último, considero que la Constituyente debería tomar en cuenta las argumentadas preocupaciones del compatriota Luis Brito García, acerca de la Ley de Inversiones Extranjeras aprobada finalizando el año 2017.

El pueblo venezolano unido, con su Fuerza Armada Nacional Bolivariana, somos los garantes de que el bien más preciado que nos legó nuestro Padre Bolívar y que recuperamos con nuestro Comandante Chávez, la Independencia, no se nos vuelva a quedar regado por los caminos. Es la hora de la unidad, de la lucha, de la batalla y de la victoria por nuestra Patria.

Por /Elías Jaua Milano